Divagación


No sé si debo escribir.
No sé lo que debo escribir.
No sé qué profunda emoción me hace volver a escribir.
Mi lacrimal, empapado, me provoca nublaciones al mirar el teclado o la pantalla que tengo enfrente.
No sé a quién escribo lo que malamente estoy escribiendo. Sólo sé que en mi soledad puedo oír mi interior latir en discordia con el tic tac del reloj de mi Kais. Mi cuerpo se desvanece y se pierde en sincronizados mareos de los que no quiero que nadie se de cuenta. Me pesa el corazón.
Vuelvo, tampoco sé porqué, a mis años de niñez. A los recuerdos de mi padre alentándome; al primer partido de baloncesto oficial que jugué; a aquél beso robado en la tenue luz de un atardecer brilloso; a aquellos paseos en la Alameda y en Carranque, a los paseos hacia la Farola desde la Maestranza... hacia la gloria.
Vuelvo a Torremolinos, a Alora y a Campanillas. A la Cruz de Humilladero y a Radio Popular- a los diálogos con Reme, Nacho y Antonio Guadamuro.
Vuelvo a ver a los grises en la Aduana, comisaría, insultando mi dignidad por escribir prensa.
Siento el don de la salud sin apenas poder disfrutar la que aún me queda, vuelvo a recordar lo que le dije en el puerto de Tánger a un amigo al preguntarme por mi estado de salud: "...delante de tí tienes a un ser inútil...".
No sé porqué escribo. Ni si debo, pero algo he de hacer en ésta noche en que recuerdo a todos mis amigos de la infancia, de la juventud y de la "decadencia". Siento la soledad hundirme entre sus garras de desesperación... y en el horizonte, la mano de mi Kais invitándome a cogerla... para contarle el cuento del lobo feroz que se quizo comer a su amiga Caperucita, o el cuento del cocodrilo que se quería comer al hipopótamo del río...
No se si debo escribir ni sé si alguna vez se leerán estas desperdigadas líneas de fichero falto de trascendencia.
Vuelvo a recordar boleros bailados y rancheras cantadas, fandangos repicados en la punta de mi lengua y la piel de gallina en que transformaban mi dermis.
Todo en silencio, sin más música que la de los recuerdos de ayeres olvidados o por olvidar.
Río Martín, Málaga, Tetuán y mi ultima morada se me confunden en el alma. Ni siquiera sé si aún recuerdan mi paso por sus sendas y por los versos escritos en el hojaldre de su historia más lúcida.
Escribo en la perdición de la inconciencia. Dentro del baúl de Karina, el de los recuerdos, encuentro mi momento de lucidez.
Y recuerdo a mi padre anunciándome la llegada de un nuevo curso para no defraudar...
y dejo de escribir porque ya no poseen mis dedos fuerzas para seguir en el milagro de esta noche que me ha devuelto algo de mis musas para escribir no sé que cosas y sin saber para quién las he escrito.
Una noche de este agosto que me ha maltratado.
ahmed mgara

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