Tetuán es

luna suspendida

en el atardecer,

olor y el sopor

de unos suaves labios


de amor mojados,

secos de hambre.



Porque en Tetuan

el Minotauro sale

de su cueva,

juega a esconderse

y me atrapa.



Es la paradoja

del pan y del

garbanzo caliente,

servido humeante

por los hombres

cuando el día

corre su velo.



Es el color de la

gena y el de

un azul cielo,

que con el viento

se entremezcla

y enfurecidamente

se adhiere a

la entrada, al suelo

y a la pared de

cada casa y techo.

Miles de alfombras

que se hacen

voladoras cuando

a nuestros pies

extienden.




No hay más mar

que el que inunda

Xauen en cada

camino, por las mañanas.

Las miradas de

los niños contradicen

la espesura azul

de tus portadas.

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