Arrebato.
Por
Ahmed Mgara
Por haber nacido
cerca de las olas de la mar que te baña siento orgullo, por haber oído el rugir
de las olas marinas de tu mar de Río Martín repicar tu nombre siento orgullo.
Por ser de ti,
Tetuán del alma, siento orgullo.
Por respirar el aire
de los pocos pinos que aún abrazan el sol en el Dersa siento orgullo.
Por caminar sobre los adoquines seculares de
la calle Metamar emulando a insignes caballeros andalusíes tengo orgullo.
Por atravesar el
Feddán y Al Wesea llenando mis pechos de su angelical aroma tengo orgullo…; ser
de ti y quererte es un sinfín de orgullos, de todos los orgullos.
Muchos no te son
agradecidos. Hijos naturales e hijos adoptivos que amamantaste hasta el saciar
y sin limitaciones. Les diste sin cesar…hasta que, tras un despertar, renegaron
de ti y se olvidaron de tus dádivas caricias, del fresco poniente, del calor
perenne de tu sol, de las sombras que hallaban en el Jardín de Cagigas y del amor que allí hallaban. De los románticos
paseos por la secular y singular Medina andalusí arropada por la blanquecina
cal que en el Albaicín fue bendecida, se olvidaron de las albahacas y de las películas que veían en el Cine de la
Misión, Marhaba o Bahía, de las cintas de celuloide que el malogrado señor El
Hammud proyectaba en las azoteas de Río
Martín en las cálidas noches de verano de la niñez.
Siento orgullo por
pertenecer a la tierra del Dersa y del Gorgues, por amarla y por el amor que
ella me da por decir siempre que «sí »a todo y a todos. Tierra de
bendiciones y de ilustres ilusiones.
Llevo en mí un
infinito de orgullos por pertenecer a ésta tierra del clavel y del chanquete,
donde aprendí a querer y a arrepentirme.
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