MUJERES Y POETISAS DE AL-ANDALUS.
Por ANA HERRERA.
II parte.
Elegía
de Boabdil a la pérdida de la Alambra (1492)
Último
suspiro de la Lírica arábigo andalusí
Alambra
amorosa, lloran tus castillos
o Muley
Vuabdeli, que se ven perdidos.
Dad mi
cavallo, y mi blanca adarga
para pelear y
ganar la Alambra;
dadme mi
cavallo y mi adarga azul
para pelea, y
librar mis hijos.
Guadix tiene
mis hijos, Gibraltar mi mujer.
Señora
Malfata, hecisteme perder.
En Guadix mis
hijos, y yo en Gibraltar;
señora Malfata, hecisteme errar.
Historia de Aixa(o Fátima) apodada “la Horra”(“la Honesta”), madre del
último rey de Granada. Es sin duda, una de las personalidades femeninas más
célebres de la historia de al-Andalus. Procedía de la familia real y debía de
gozar de considerable patrimonio y prestigio por si misma, que explicarían su
notable influencia pública posterior. Fue durante unos veinte años la sultana
consorte del rey Abul-Hasan Alí, con el que tuvo dos hijos varones y una hija.
Pero el sultán se enamoró de una esclava cristiana con la que tendría dos hijos
varones, hasta tal punto que acabó por desbancar a Fátima de la condición de
sultana y confinarla en habitaciones menos regias. Los celos, la rivalidad
entre las dos mujeres, el temor por la sucesión de sus hijos llevaron a Aixa a
participar con la facción aristocrática de los Abencerrajes en una conspiración
para destronar a su esposo y poner en su lugar a su hijo Boabdil. Tras liberar
a éste de una de las torres de la Alhambra, donde su padre lo tenía preso, Aixa
incitó a Boabdil y su hermano a huir a Guadix, donde el primero fue proclamado
rey. Poco después, tras una sangrienta guerra civil, Boabdil era proclamado rey
de Granada. Aixa volvió a intervenir con tenacidad y firmeza, cuando su hijo
cayó prisionero de los cristianos, y ella negoció su liberación. Frenó las
pretensiones al trono de El Zagal, su cuñado, y se convirtió en el alma de la
resistencia contra las tropas cristianas. Cuando la ciudad se rindió a los
Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, Aixa partió al exilio con su hijo,
primero a la Alpujarra, y después, a la ciudad marroquí de Fez, donde
seguramente le sobrevendría la muerte. En suma, Aixa luchó por sus derechos y
los de sus hijos con una firmeza inusual en una mujer del siglo XV. La leyenda
le atribuye la famosa frase de recriminación contra su hijo: “Llora como mujer
lo que no supiste defender como un hombre”.
A
mediados del siglo VIII ya se pueden describir las bases de la sociedad hispanomusulmana, que estaría estratificada
más o menos así:
-El
elemento sirio-árabe, que ocuparía
la cúspide de la pirámide social andalusí.
-El
elemento bereber, que, procedente
del Magreb, ocupaba el escalón inmediatamente inferior en la jerarquía social.
-Los mawali, un grupo bastante heterogéneo,
donde se mezclaban individuos autóctonos de la Península con libertos
procedentes del Este europeo o del África subsahariana. Fueron protegidos de
los poderosos, a quienes apoyaban a cambio de su protección.
-Los judíos, que formaban una clase muy
poderosa económicamente y controlaban importantes sectores del comercio y de la
industria.
-Los muladíes(individuos de ascendencia
hispana convertidos al Islam) superaban abrumadoramente en número a las
mozárabes (que conservaban su religión y costumbres cristianas).
-Los esclavos: son de procedencia étnica muy
diversa.
-Los moriscos: esta palabra designa
comúnmente a los habitantes del reino de Granada que fueron obligados a
convertirse al cristianismo. Este nombre sería igualmente aplicado a los
mudéjares castellanos (término del siglo XV) convertidos al cristianismo.
“Morisco” es un término que remitirá a todos los cristianos nuevos. Se quedaron
en España hasta la expulsión definitiva a principios del siglo XVII.
En este
conglomerado étnico, el amor por la lectura y por los libros han sido dos
pasiones de los andaluces. Pensaban que se podía confiar en un libro como en un
verdadero amigo. Los orígenes de la literatura árabe son orales. La poesía, la
narrativa, la prosa rítmica se transmitían por medio de “rapsodas” que se
sabían los textos de memoria. A través de la enseñanza superior: el maestro
leía la obra, la comentaba e incluso la dictaba. Y en las tertulias literarias
se leían y se recitaban las obras. También se cultivó la escritura. Si hablamos
de la psicología del andaluz, a las virtudes de fuerza y acción (ideal
islámico) le sustituyen en al-Andalus las cualidades de dulzura, humildad,
ternura, reflexión, ensueño y gusto por las cosas del espíritu; sentido de la
mesura y digna serenidad; y estoicismo
senequista. A través de la creación poética se reflejarán muchas de estas
cualidades. El pueblo árabe es un pueblo de poetas. El campesino canta para
olvidar las duras faenas del campo y ello da a la poesía un carácter bucólico
que la relaciona con el género geórgico a anacreóntico de Grecia y Roma. Entre
las clases altas la poesía sirve como evasión de las preocupaciones,
inquietudes, o como reflejo de una sensualidad que todo lo impregna (los
soberanos celebraban tertulias con los poetas de su corte). La poesía en
al-Andalus será, en un principio imitadora del modelo oriental, ligada al poder
como instrumento de propaganda; los poetas se convertían en una especie de
funcionarios del estado. Los primeros poemas árabes son todavía el canto del
camellero. Destaca un amor profundo por la naturaleza, que se transforma en
tema predilecto de los poetas de al-Andalus. Los poetas hispanomusulmanes
describieron, además, los lugares en los que transcurrió su infancia o aquellos
que recorrieron durante su vida errante. Se podría hacer un itinerario poético
por toda una geografía urbana de ciudades. Son los poetas del ambiente, del
atardecer, de la noche, de la aurora. Y en este universo literario, la palabra
poética ha creado a la mujer y al amor, temas preferentes en la lírica de
al-Andalus. La mujer, pese a las coacciones religiosas, ocupaba un lugar
preponderante. Gozaba de más libertad que en otros países sujetos al Islam,
fruto del influjo de las costumbres cristianas (ejemplo Wällada). Esta libertad
nos permite comprender mejor la existencia de poemas en los que se canta, junto
a la belleza física, en descripciones llenas de sensualidad, las cualidades
morales de la mujer. A la mujer se le compara con la gacela, el antílope, la
duna, el arbusto o el suelo arenoso. En todos ellos, se observa un verdadero
culto a la mujer. Pero el poeta andaluz también se lamenta ante los desdenes de la amada. Sufre dolor de
amor. La mujer se convierte muchas veces en un ser inalcanzable, y el amor en
un deseo insatisfecho. Estamos ante una concepción del amor cortés que
alcanzará su plenitud en el siglo IX en la élite de una sociedad refinada,
convirtiéndose en claro precedente de la lírica provenzal. En conclusión la
variedad temática de la poesía amorosa era muy extensa: desde la pasión que
consume hasta simple juegos eróticos; desde manifestaciones de sumisión a la
amada, hasta la más espontánea sensualidad o idealismo. El sentimiento amoroso
se asocia al tema de la albada o aurora, que interrumpe los amores, y a los poemas
llamados “gazal” donde la descripción de jardines, los árboles, los arbustos,
los surtidores, la primavera… se
convierten en el escenario imprescindible que rodea al poeta. Hacer alusiones a
la fiesta y al vino, sexo, música, diversiones…(temas báquicos), se convierte
en otro de los grandes temas de la poesía andalusí. También se supo expresar el
amor divino a través de la poesía mística. La poesía se acerca también a la
vida laboral de los distintos grupos sociales, a los juegos y a los deportes (el
ajedrez y la caza) y a los dramas personales del poeta(abandono de la amada,
exilio…). Todos estos temas se articularon en esquemas, que ya existían en la
época anteislámica, como la “casida”. La casida era un largo poema de versos
monorrimos e independientes, divididos en dos hemistiquios. Su tema principal
era el panegírico o la glorificación de la propia persona o de la tribu.
Constaba de un preludio erótico, seguido del tema del viaje (vida del
desierto), y por último el tema principal o panegírico, en el que se exaltaba
la hospitalidad de los beduinos. La poesía evolucionó a una poesía estrófica
que acogía todos los temas anteriormente mencionados. Por otra parte la moaxaja
y el zéjel son, sin duda, contribuciones originales de al-Andalus a la poesía arábigo-andaluza.
La moaxaja se atribuye al poeta Ciego de
Cabra, quien sentó sus bases en el siglo IX, y se fueron perfeccionando hasta
llegar al siglo XI, en que el Ciego de Tudela las completó con unas cancioncillas
escritas en romance, denominadas jarchas, y que según Dámaso Alonso es la
“primavera temprana de la lírica europea”. En cuanto al zéjel se desconoce su
origen, parece que fue inventado a finales del siglo XI o principio del XII.
Era una poesía estrófica para ser recitada o cantada, que no incluía jarcha y
en la que cabían todos los temas. Otros géneros eran la elegía, el adab(temas
humanistas), y la poesía epigráfica que se cultivó durante el último periodo de
la historia de al-Andalus. y que se usaba para decorar y engalanar los palacios
nazaríes del siglo XIV(descripciones de los lugares, elogios para el soberano).
POETISAS DE AL-ANDALUS
Cuando,
en 1905, Luis Gonzalvo publicó su “Avance para un estudio de las poetisas
musulmanas en España”, señalaba en primer lugar la escasez de los datos de que
se dispone a la hora de hacer un estudio sobre este tema. Las fuentes son
parcas, las biografías son brevísimas y apenas ofrecen una muestra de su
quehacer literario. Las fuentes árabes(al-Maqqari) no son mucho más ricas.
Salvo en el caso de Wallada y en el de Hafsa ar-Rakuniyya, casi nada que
permita emitir un juicio sobre las cualidades literarias de estas poetisas.
Casi todas las antologías y los libros de biografías clásicos dedican una
sesión a las mujeres célebres poetisas,
o no; pero también aquí los datos son pocos. A las fuentes clásicas hay que
añadir algunas obras recientes, como un diccionario biográfico de mujeres
publicados en Beirut que proporciona una
información relativamente importante. Por tanto no es posible realizar un estudio
serio, en profundidad, de las poetisas de al-Andalus con los escasísimos
materiales, tanto biográficos como literarios, que han llegado hasta nosotros.
Si hay que insistir, en opinión de Louis di Giacomo, es en “el papel importante
que ha desempeñado la mujer en todas las manifestaciones del espíritu y
particularmente en las producciones poéticas”.
No es de
extrañar que los siglos XI y XII sea la época en que tenemos noticias de más
poetisas, pues son, en general, los de mayor producción literaria en al-Andalus.
La gran
mayoría de las poetisas son mujeres libres, con frecuencia de familias
importante o nobles (Wallada, Hafsa ar-Rakuniyya). Otras, también mujeres
libres, son de origen más humilde (Muhya, hija de un vendedor de higos). Hay
bastantes que proceden de hombres de letras o escritores, como la misma
Butayna. Y también hay esclavas entre las poetisas(al-Abbadiyya).
Las
fuentes árabes ofrecen pocos datos sobre el estado civil de estas poetisas. De
algunas nos dicen que no se casaron nunca, como Walläda. De otras se sabe que
en un momento dado estaban solteras. La mayoría debió de casarse, que es lo más
frecuente en el mundo islámico.
La
mayoría de estas poetisas son de Córdoba, Sevilla y Granada o desarrollan su
actividad en esas ciudades. Es lógico pues son las ciudades más importantes de
al-Andalus. Sólo en un caso las fuentes árabes hablan de una poetisa
iletrada(al-Ballisiyya); sin embargo, en bastantes ocasiones se menciona que
las mujeres que nos ocupan recibieron una educación especial que las formó como
poetisas, a base de gramática, estudio del Corán y lectura de clásicos. Casi
todas aprenden con su dueño; otras tienen maestros; y muchas de ellas reciben
la enseñanza de sus padres, de sus abuelos y de sus tíos maternos. Muchas de
ellas eran expertas en medicina, aritmética, métrica y coleccionaban libros y
tenían bibliotecas. Se indica que algunas de estas poetisas tenían una hermosa
letra, que sabían caligrafía, ocupación que parece bastante frecuente entre las
mujeres.
En
cuanto a su actividad social o pública, puede decirse que es muy escasa, debido
fundamentalmente a las restricciones impuestas a la libertad de las mujeres en
el mundo islámico y medieval. La función básica de la poesía árabe, el
panegírico suponía recitar el poema en presencia del príncipe a quien se
dirigía el elogio, es decir una audiencia pública. De algunas de estas poetisas
se dice que elogiaron a los reyes de su tiempo. Se conservan además panegíricos
de otras poetisas que no los recitaron ante los respectivos príncipes. Una de
las constantes en las biografías clásicas, es hablar de los encuentros entre
poetas, los intercambios en versos a propósitos de visitas a los lugares de
recreo de las ciudades: jardines, riberas de los ríos, o reuniones en casa de
algún señor amante de la literatura. Como señalaba M. Marín en su ponencia “La
mujeres en las clases sociales y superiores”, las mujeres no podían
relacionarse libremente con hombres que no fueran de su familia, en cuyo caso
se retiraban detrás de una cortina, y hay casos de mujeres que reciben clases
detrás de una cortina, aunque en la mayoría de los casos no era necesario su
uso dado que eran los parientes varones quienes enseñaban a las mujeres.
Además, en otros casos, la actuación de las poetisas parece haberse producido
dentro del ámbito familiar. A veces mantenían, por escrito, relaciones con
poetas contemporáneos. Queda todavía otra actividad a la que se dedicaron las
mujeres: la enseñanza. Algunas de estas poetisas también se dedicaron a ella.
Las poetisas que eran esclavas estaban destinadas a distraer a sus amos y a dar
esplendor a las fiestas, y las vemos en reuniones en las que son ellas quienes
sirven el vino y deleitan con su canto, o tocando distintos instrumentos a los
invitados.
Las
fuentes árabes han transmitido 102 poemas que se atribuyen a 35 poetisas. El
panegírico, el género más cultivado de la poesía árabe, él género donde mejor
se refleja la función social y política de esta poesía, también está
representado en estos poemas escritos por mujeres. Hay otros poemas que, si
bien no son panegíricos propiamente tales, están dirigidos a los emires o
califas para reclamar justicia o pedir algún favor, por lo que también reflejan
la función política de la poesía. Después del panegírico, el tema más tratado es
el amoroso, y en él encontramos las figuras tópicas que, en poesía árabe,
aparecen rodeando a los amantes: calumniadores, espías, etc. En algunos se
expresa el sentimiento de los celos. En general, todos estos poemas expresan la
queja, típicamente femenina, por la ausencia o tardanza del amado, la añoranza
de las horas pasadas en su compañía, el deseo de hablar a solas con él; también
pondera su belleza. Los poemas de Hafsa ar-Rakunyya y de Wallada forman parte
de una correspondencia con sus amantes, con los que conciertan una cita o
insisten para que no tarde en volver a verlas. La sátira, uno de los géneros
más importantes de la poesía árabe, también está representada entre las
poetisas de al-Andalus. La poesía cumplía también la función de juegos de sociedad,
propio de las clases educadas, y los hombres y mujeres de letras siempre
estaban dispuestos al intercambio de saludos o insultos en versos. A veces un
poeta completaba un verso que había iniciado otro. Sólo hay un poema religioso;
es el caso del rey poeta al-Mutamid, que se enamoró de la esclava al-Rumaykiyya
cuando se la encontró por casualidad y supo dar fin al segundo hemistiquio de
un verso. También son pocos los poemas sapienciales sobre los efectos del
tiempo, de la edad, de la soledad, de la añoranza, de la nostalgia. Sólo hay un
par de poemas dedicados a describir la naturaleza. Y también hay otros que
parecen expresar autoalabanza, tema muy
frecuente en la poesía árabe (Walläda). Y resulta sorprendente no encontrar
ninguna elegía entre las poetisas. en conclusión, es interesante señalar la
curva de la evolución literaria en al-Andalus a través de estos poemas escritos
por mujeres. Curva que parte de los versos compuestos a la manera antigua de
los poetas omeyas o tribales, pasando por la poesía destinada al canto en
metros breves, muy musicales, llena de gracia y ligereza, muy propias de las
esclavas cantoras, hasta la poesía neoclásica, imperante a partir de mediados
del siglo IX para la expresión del panegírico. Con los siglos XI y XII la poesía
parece más libre. Dominadas tanto la tradición moderna como la neoclásica, las
poetisas dan la impresión de moverse más espontáneamente y quizás a ello
obedezca la gracia de algunos poemas, especialmente de amor, y la abundancia de
poetisas. El siglos XIII marca un brusco final para estos dos siglos de euforia
literaria.
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