"Réquiem en Tetuán" de Ahmed Mgara.
Tetuán, la magia del despertar.
Del libro "Réquiem en Tetuán", de Ahmed Mgara.
Tetuán, canto
inconcluso y arrebato de los tiempos, cuna de lo injusto y de la perdición por
buscar ser justo y bueno. Tierra bendita con espíritu andalusí y alma de
petenera y de suspiros en los tientos. Tierra donde rima la poesía hasta la
médula noche y día, donde luz y sol se confunden en cualquier prosa.
No me duele que
Tetuán ya no me quiera si antes otras dos mozas también me dejaron de querer.
¡Yo seguiré siendo fiel a mis locuras! Lejos de ser feliz en mi terruño de
esplendor, quiero hacer llegar mi voz al alma
secular de mi tierra que anda esparcida con el polen de los tiempos y de
los jazmines por todos lares desde Tetuán…con amor.
Ser de Tetuán es sinónimo de altivez
secular, un símbolo que se lleva en el alma y en todos los sentidos.
Tetuán es una eclosión de
sensibilidades y de afinidades, todo un manojo de espiritualidad en sus calles
y en cada rincón de sus callejas que se ocultan de la magia del sol cada vez
que éste intenta extender sus capas de áuricos filamentos sobre la humedad que
el viento romántico de poniente plasma sobre la blanca cal.
Tetuán, con sus gentes, es un manojo
de aprecios hacia quienes arriban a sus lares con sanas obras y sacras
intenciones. Es su virtud más crucial.
En su despertar, Tetuán revolotea en
su inocencia buscando a quien ofrecer el romanticismo de su noche anterior,
vuela en sus aires espumosos queriendo bailar la más estática sonata que sólo a
ella le cantan los trovadores del ancestro cuyos espíritus aún ladean la
espiritualidad de la cal.
No es, Tetuán, una ciudad de quienes
hoy la llenan desbordando su paciencia romántica y espiritual en sus rincones y
calles más frecuentadas. Pero, la ciudad del Feddán, como todas las grandes
urbes de siglos atrás, cayó en los márgenes de la historia -de su historia- y
prefirió irse a la distancia para contemplar cómo se hunde en su Mediterráneo
con la paulatinidad de su silencio.
Comentarios